Como decía Mary Richmond, el énfasis de la intervención debe ponerse en lo normal, no en lo patológico y debemos creer que el cambio es posible. Es en esta premisa en la que se basa el diseño del Plan de Intervención que posteriormente desarrollaremos.
Los y las profesionales de la intervención estamos muy habituadas a trabajar sobre problemas y necesidades, condicionando el enfoque de la relación, olvidando en ocasiones que todas las personas cuentan con potencialidades a desarrollar y capacidades y competencias formales e informales que resultarán claves en un proceso de cambio y que se deben poner en valor.
Esto requiere de una visión amplia y sin prejuicios de la persona, que ayude a entresacar las fortalezas y las oportunidades. Se trata de “tirar del hilo” de las potencialidades y fortalezas de las personas, no sólo centrarnos en “tapar y corregir” carencias.