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Ongizate emozionalaren sostengurako jarraibideak

Transiziorako faseetarako berariazko sostenguak

Afrontar los cambios puede generar mucho estrés emocional y en la vida existen, inevitablemente, momentos de transición que obligan a enfrentarse a cambios muy considerables: dejar la escuela o irse del domicilio familiar, trasladarse de servicio, encontrarse en la fase terminal de una enfermedad, son ejemplos característicos de esas situaciones. Las personas con discapacidad, en particular las personas con discapacidad intelectual o con trastornos del desarrollo, pero también las personas con graves discapacidades físicas, se ven sujetas a muchas situaciones de este tipo, y es fundamental que puedan elegir y tomar sus propias decisiones al respecto.

Con todo, una fase de transición siempre provoca ansiedad y reacciones de estrés, incluso cuando es el resultado de una decisión propia. Eso puede aumentar muy significativamente el grado de vulnerabilidad de la persona a problemas emocionales y de salud mental, sobre todo cuando no ejerce ningún control sobre el curso de los acontecimientos. No obstante, si las fases de transición se organizan bien, su impacto puede no ser tan grande y es posible incluso que, a pesar de sus temores, la propia persona consiga sentir que esa nueva situación puede generar, para ella, nuevas oportunidades.

El personal de apoyo juega un papel fundamental en estas fases de cambio:

  • Puede mostrarse proactivo y mirar al futuro: anticipar futuras fases de transición y de cambio con tiempo suficiente para que tanto la persona con discapacidad como los propios profesionales puedan prepararse al cambio. Con todo, esta pauta debe aplicarse en función de las necesidades y capacidades de la persona, ya que en algunos casos la anticipación de situaciones futuras puede provocar alteración e intranquilidad, en lugar de contribuir a la preparación de esa fase con mayor serenidad.
  • La planificación y la implementación de cualquier cambio debe hacerse desde el enfoque de la planificación centrada en la persona, es decir, con su participación directa.
  • Hablar con la persona de los cambios que se van a producir y tranquilizarle al respecto tantas veces como resulte necesario. Complementar esas conversaciones con información accesible, que ella misma pueda leer y analizar y en base a la cual pueda plantear dudas o miedos.
  • Ofrecer posibilidades de elección. Al hacerlo es importante tener presente las capacidades de la persona para ofrecer opciones suficientes pero no excesivas, de modo que la persona sienta que domina la situación. Es importante, por lo tanto, evitar que las opciones se conviertan o se perciban como un factor generador de mayor estrés.
  • Cuando se trate de un cambio previsto y, en consecuencia, programado (es decir, cuando no se actúe en un contexto de urgencia), conviene introducir la nueva situación de forma gradual.
  • Conviene mantener aspectos que a la persona le resulten familiares y predecibles.
  • Una vez que se ha producido la transición, conviene mantener la relación con el entorno que la persona ha dejado.La familia y las y los amigos son el nexo más importante entre la persona con discapacidad y su vida fuera del servicio residencial y es importante que, tras el ingreso, pueda seguir siendo así. Conviene que las relaciones y los contactos que la persona establezca en su nuevo entorno se sumen a los anteriores, sin pretender sustituirlos, sino constituyéndose en vivencias nuevas, positivas y enriquecedoras que amplían la red relacional y la experiencia vital de la persona con discapacidad.


En los casos de traslado de un servicio a otro, es importante, de nuevo, planificarla cuidadosa y gradualmente, posibilitando, antes del traslado, contactos con el nuevo servicio. Hay que prestar especial atención al grupo de usuarios y usuarias en el que se decide incorporar a la persona y, sobre todo, facilitar el mantenimiento de las relaciones que haya desarrollado con personas usuarias o profesionales del servicio de procedencia, a la vez que se proporcionan nuevas oportunidades de relación en el nuevo contexto.

Si bien estas pautas deben cuidarse en todos los traslados, sean cuales sean los contextos de procedencia y de destino, no cabe duda que la salida del domicilio familiar para incorporarse a un medio residencial es, sin duda, el ejemplo paradigmático y, probablemente, una de las situaciones más estresantes en la vida de la persona. Veamos algunas pautas que conviene respetar en esta situación en particular:


Pautas aplicables a la salida del domicilio familiar
 

  • No existe la receta perfecta para garantizar una buena salida del domicilio familiar; cada caso es único y requiere una atención específica y personalizada a lo largo de todo el proceso, tanto en el diseño y la prestación de los apoyos a la persona como en el diseño y la prestación de los apoyos a la familia. Con todo, lo que sí puede afirmarse, con carácter general, es que existen mayores probabilidades de que el proceso transcurra con cierta naturalidad en las mejores condiciones y sin excesivas dificultades cuando se dan todas o algunas de las siguientes circunstancias:
    • Cuando ha existido un proceso previo de reflexión que ha valorado las diferentes alternativas y ha llevado a considerar la opción residencial como la más idónea.
    • Cuando ha habido numerosos contactos con el servicio residencial y con sus profesionales tras la toma de decisión y antes de la incorporación definitiva, para comentar aspectos de la atención, compartir información, manifestar preocupaciones y preferencias.
    • Cuando existe una o un profesional designado para acompañar a la persona en el proceso, responsable de coordinar los diferentes aspectos de la atención que pueden verse afectados -por ejemplo, de considerar el impacto de la decisión de ingreso sobre la utilización de unos u otros servicios de día-, y de facilitar la comunicación entre el servicio, por un lado, y la persona con discapacidad y sus familiares, por otro.
    • Cuando la persona con discapacidad ha utilizado con cierta regularidad los servicios de corta estancia, con anterioridad a su toma de decisión de ingreso residencial.
    • Cuando se favorece la implicación de la familia y se establecen vías de comunicación fluidas.
       
  • Tanto el impacto del ingreso residencial como la definición y articulación de los apoyos más idóneos varían en función del tipo de ingreso del que se trate y de las razones que lo hayan determinado.
     
  • Sea cual sea la razón del ingreso, cuando éste se produce es esencial tener muy presentes dos cuestiones:
    • Los cambios de vivienda y la pérdida de seres queridos son, por definición, dos de las situaciones más estresantes que cualquier persona puede sufrir a lo largo de la vida y, al ingresar en un servicio residencial, algunas personas con discapacidad se enfrentan a estas dos circunstancias simultáneamente. Esta situación, puede verse agravada, además, cuando el cambio de vivienda lleva aparejado un cambio en otros servicios, en particular un cambio de centro de día o de centro ocupacional.
    • Cada persona es única y, como tal, presenta necesidades y preferencias que requieren un enfoque y una atención individual.


 

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