Discapacidad, Sexualidad, Derechos, Buenas prácticas, Recomendaciones
Las personas con diversidad funcional han pertenecido a un grupo minoritario al que se negaba toda posibilidad de resolver sus necesidades afectivas y sexuales. El desarrollo integral de las personas lleva implícito aceptar al ser humano como ser sexuado, es decir con un sexo y con una dimensión sexual, que influye en su desarrollo evolutivo, social y afectivo, tenga o no una diversidad funcional. Las crecientes reivindicaciones en igualdad de Derechos Sexuales y Reproductivos (DHSR) de las personas con diversidad funcional hace indispensable tomar en consideración esta nueva situación. A pesar de ello, la mayoría continúa dependiendo de sus cuidadores familiares o profesionales y/o viven en instituciones, aspectos que dificultan el libre ejercicio de su actividad sexual. La renuncia a su disfrute solamente puede ser fruto de una decisión propia y libremente tomada, nunca impuesta, controlada o dirigida por terceras personas. Por eso, consideramos necesario la creación de unas normas éticas, que sirvan como una herramienta útil para las personas con diversidad funcional, los servicios, las organizaciones profesionales, medios de comunicación, instituciones, familiares, investigadores, asociaciones de personas con discapacidad y otras instituciones que integran este entramado social y que tienen en común empoderarlas en la sexualidad y en la defensa de sus derechos Sexuales y Reproductivos.