El diseño del Marco de Sensaciones partió de la necesidad de contar con un encuadre susceptible de vincular la mejora de la calidad de la atención con la mejora de la calidad de vida. Dada la relevancia de los valores y percepciones individuales en la calidad de vida, se consideró que ese podía ser el nexo y que, por lo tanto, lo más adecuado era tratar de articular un marco de organización y funcionamiento de la atención que, en lugar de centrarse principalmente en “tareas a realizar”, se fundamentara en el reconocimiento de la importancia de los valores y percepciones individuales de todas las personas que intervienen en la atención -usuarias, profesionales y familiares-, configurándose estos como un denominador común, universal, válido para todas ellas.
Ese planteamiento es el que condujo a identificar y a caracterizar las 6 sensaciones -seguridad, continuidad, pertenencia, propósito, plenitud y reconocimiento- que cualquier persona necesita experimentar en el marco de las relaciones para sentirse bien, siendo conscientes de que, en los servicios, las manifestaciones de dichas sensaciones varían en función de la posición que se ocupa en ellos, es decir de si se es una persona usuaria, profesional o familiar. El foco se pone así en la dimensión existencial, en la vivencia subjetiva.
Eso no significa, naturalmente, que la calidad de la atención no se vea condicionada por otros factores, como, por ejemplo, los elementos estructurales (en particular, el tipo de dirección, la dotación material de un servicio y los recursos humanos que tiene asignados), significa sólo que conviene poner en el centro de la práctica asistencial la forma en que cada persona percibe la relación de cuidado, la atención recibida o prestada.