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Análisis del estado de la convivencia en contextos locales con alta diversidad sociocultural

Pertenencia

Demos un paso más en el planteamiento ciudadanista, entrando en la segunda de sus dimensiones: lo relativo a la pertenencia. La condición de ciudadanos locales de los habitantes de un determinado territorio, su titularidad de derechos y deberes, radican en que son miembros de la comunidad. Si la categoría de vecindad debe ser actualizada y reconfigurada dentro de la praxis comunitaria, no menos sucede con la de pertenencia.

Deben ser varios los motivos que expliquen por qué ha permanecido invisible esta noción en los esquemas de intervención social. Algunas de las razones explicativas de esta ausencia pueden ser, a modo de hipótesis, las siguientes:

  • Una primera hipótesis explicativa del reducido uso de la realidad y categoría de la pertenencia (concretamente en el campo de los estudios) es el énfasis puesto en la identidad.
    • Ciertamente, en las últimas décadas se han incorporado trabajos sobre pertenencia posnacional y sobre pertenencias múltiples. Pero son considerablemente más abundantes, realmente “innumerables”, los trabajos sobre identidad, tanto sobre identidad social como sobre identificación individual, y sobre todo en lo tocante a la identidad nacional, cultural, étnica o religiosa, y a la identidad de género.
    • Abundan menos los trabajos y propuestas sobre identidad de clase y de edad. A pesar de esta descompensación en la atención prestada contemporáneamente a los diferentes sistemas de clasificación y jerarquización en las sociedades, y por lo tanto a sus sistemas identitarios –mucha mayor atención a las identidades etnoculturales y de género que a las de clase y etarias– lo cierto es que la profusión de análisis y discursos sobre identidades no es algo observable en lo tocante a las pertenencias y a los sentimientos de pertenencia. Quizás lo uno ha conllevado lo otro.
  • Una segunda hipótesis explicativa del reducido uso de la realidad y categoría de la pertenencia, ahora en el campo de la acción institucional y social y entre los profesionales de la intervención social, puede tener que ver con las nociones de participante, luego población meta, más adelante de beneficiario (directo e indirecto) y sobre todo la de usuario. Se trata de nociones crecientemente pasivas y receptivas, que pueden haber evitado que emerja con fuerza la calificación de miembro y la categoría de pertenencia.
  • Y con ello llegamos a la tercera y última hipótesis explicativa que proponemos: precisamente la debilidad del planteamiento ciudadano o ciudadanista, tanto en el análisis como en la intervención.
    • La no correlación entre el avance de las cuestiones de ciudadanía en campos como la filosofía del derecho, la ciencia política o los estudios de ética –por no mencionar más que algunos de los campos que más relevancia le han dado– y los modelos y modos de acción institucional y social.
    • Es, precisamente, esa desconexión entre teoría y práctica, la que tratamos de superar aquí, deduciendo las implicaciones de lo que implica la ciudadanía para la praxis comunitaria. En efecto, la noción e ideal de la ciudadanía implica, como hemos visto, la categoría de pertenencia; puesto que es por su carácter de miembros de la comunidad política y social cómo los individuos devienen titulares de derechos y deberes.

Las potencialidades de la noción de pertenencia para la práctica de la intervención son considerables, pues permiten que los actores trabajen desde el ángulo de sus sentimientos de pertenencia al grupo, la localidad, el municipio, la comunidad autónoma, el pueblo, la nación, la entidad supranacional y, cómo no, la Humanidad. Concretamente, y en el plano de la comunidad local, territorial y diversa, desde ese sentimiento de pertenencia puede ponerse sobre el tapete cuestiones como el nosotros plural (“todos somos nosotros”) la estima por lo local, el desarrollo comunitario como expresión de la voluntad colectiva, etc.

Una última consideración sobre la categoría de pertenencia. En el proyecto de intervención comunitaria puede tenerse en cuenta que, entre los residentes y vecinos, habrá pertenencias compartidas: por ejemplo, la pertenencia local o al barrio, u otras, como la pertenencia al municipio o al país, etc. Así como habrá pertenencias no compartidas: por ejemplo, la pertenencia a un determinado colectivo nacional o un determinado grupo cultural, lingüístico o religioso. Se trata de facilitar, y potenciar en su caso, las pertenencias comunes y compartidas, así como de respetar las pertenencias específicas o no compartidas.

Ocurre en este punto lo mismo que con los valores (recuérdese el tratamiento de ellos en la dimensión axiológica de la convivencia): aprovechar los valores democráticos, cívicos, etc., que se compartan; y respetar aquellos valores que, sin chocar con los Derechos Humanos, son propios de cada cual. Todo ello no es en absoluto fácil ni inmediato, sino precisamente objeto del trabajo comunitario y de las actividades inteligentes, críticas y justas en pro de la convivencia ciudadana intercultural.

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