Tolerancia
Ni la integración, ni la interculturalidad, ni la convivencia son posibles sin tolerancia. Allí donde hay convivencia – en esa escuela, en ese barrio – encontraremos tolerancia. Sin duda no en todos los sujetos presentes en ese contexto, pero sí en buena parte de ellos y por seguro en los más activos. Por otra parte, la actitud de la tolerancia es un arte y por lo tanto debe aprenderse: la lucha o el esfuerzo por la convivencia familiar, cívica, interreligiosa, es la escuela de ese aprendizaje y consolidación.
Cuando reflexionamos sobre las relaciones entre la convivencia y la tolerancia debemos tomar en cuenta algunas críticas a ésta última. Nos referimos sobre todo a las críticas de Marcuse al ideal y a la promoción de la tolerancia por lo que pueden tener de efecto disuasorio de la trasformación social:
- En contra de la exigencia predominante y consensuada de tolerancia, Marcuse argumentó que, en muchos casos, la práctica de la tolerancia servía para mantener el status quo o estado de cosas. Dicho de otra manera, la exigencia de tolerancia puede tener un efecto conservador, de mantenimiento del orden social. ¿Puede ocurrir lo mismo con la convivencia?. El politólogo Iring Fetscher, en su libro “La Tolerancia”, se refiere así a la posición marcusiana detractora de la tolerancia:
- "Herbert Marcuse adujo en contra de la moderna exigencia de tolerancia, que ésta solo sirve – por lo menos en muchos casos – para mantener el status quo de la desigualdad. En la sociedad de abundancia impera la discusión en abundancia; y dentro del marco establecido, ésta sería en gran medida tolerante. Pero al conceder -de forma indiferenciada- la palabra de todas las opiniones, evita que se geste una opinión clara y crítica" (1999, 144 -145).
- Aunque Marcuse dijera que "con todas sus limitaciones y distorsiones, la tolerancia democrática es más humana que una intolerancia institucionalizada", lo cierto es que, en palabras de Fetscher, Marcuse "se declara a favor de un demostrativo rechazo, por parte de minorías disidentes, de la tolerancia pura", con su efecto apaciguante. Ellas serían las únicas capaces para crear aquel estado de cosas en el cual la tolerancia sería, por fin, posible en general, sin solidificar situaciones de injusticia" (1999, 145). Y añade Fetscher: "lo que critica Marcuse no es, en realidad, la tolerancia en sí, sino la inefectividad de la libertad de opinión en una sociedad cuyos miembros se han vuelto incapaces de reconocer sus intereses en materia de libertad y de autodeterminación, por efecto del bienestar y del exceso de estímulos, de la manipulación y de la distracción"(ídem).
Lo planteado por Marcuse sobre la tolerancia es extensible a la convivencia:
- ¿cómo compaginar el ideal de la convivencia con las prácticas de los individuos y los grupos por trasformar la realidad?,
- ¿cómo convivir con el otro al tiempo que se lucha por la igualdad social y las libertades?, ¿cómo enfocar la promoción de la convivencia en un mundo de desigualdades?
- ¿cómo evitar que el énfasis en la promoción de la convivencia no devenga en un discurso falto de crítica y de praxis transformadora?
La promoción de la convivencia no debe ir en detrimento de la crítica, del ejercicio de la libertad, de la exigencia de la igualdad de trato, de la promoción de la igualdad de oportunidades. Precisamente se trata de que la discusión social y política no rompa la convivencia sino que la alumbre, la favorezca. Y esta reflexión nos encamina hacia la relación de la convivencia con la ciudadanía.
.jpg)