Diagnóstico comunitario participativo
El diagnóstico comunitario, proceso y documento compartido por los agentes implicados –políticos y políticas, técnicos y técnicas, y ciudadanía– constituye el mejor punto de partida para un Plan de Desarrollo Comunitario. Aunque no es imprescindible, la diagnosis comunitaria resulta ser una herramienta clave, tanto por el documento o producto final que se obtiene como, sobre todo, por el abanico de oportunidades relacionales y participativas que se abre en su proceso de elaboración:
- La identificación de los agentes presentes en el territorio: el número y tipo de agentes, la densidad y la intensidad de sus interacciones, los ejes de afinidad o de conflicto, y los espacios y los momentos clave de encuentro en la vida del barrio.
- La comunicación y la creación de nuevas pautas de relación entre la ciudadanía, los servicios de proximidad y las instituciones. Si el Plan de Desarrollo Comunitario debe ser un proyecto participativo, la diagnosis comunitaria puede asentar sus bases generando los primeros espacios de comunicación e intercambio que, posteriormente, habrán de convertirse en espacios compartidos para la acción.
- La construcción compartida de conocimiento sobre la situación de la comunidad y el territorio de referencia, síntesis e interpretación lo más consensuada posible de los datos e informaciones socioeconómicos y demográficos disponibles. La construcción compartida y pluralista de conocimiento permite consensuar la definición de los problemas como paso previo a la negociación de las respuestas necesarias.
El diagnóstico comunitario debe ser un proceso:
- inclusivo, con voluntad de recoger percepciones y opiniones del mayor número posible de agentes.
- elaborado a partir de criterios rigurosos y de profesionalidad: el equipo que dinamiza y coordina el proceso de diagnosis acumula un capital relacional y de conocimiento que, posteriormente, deberá proyectarse sobre el despliegue del Plan.