El papel de los ayuntamientos como simples prestadores de servicios, que había conducido a concebir a la ciudadanía como usuario-cliente, ha quedado superado por la realidad actual. En un contexto en el que los poderes públicos están debilitados y la comunidad se está activando, la coproducción de políticas públicas puede convertirse en una nueva forma de relación entre las administraciones locales y la ciudadanía, un nuevo modo de abordar las políticas públicas a partir de la implicación (participación) de la ciudadanía orientada a la implementación de soluciones, una nueva forma de trabajar y de relacionarse que requerirá fórmulas innovadoras e imaginativas y que debe servir, sobre todo, para hacer frente a las consecuencias de la crisis en el mundo local.
Contrariamente a las dinámicas del mercado, basadas en una lógica competitiva, las soluciones basadas en la coproducción centrarían sus esfuerzos en la comunidad y pondrían énfasis en la lógica de compartir. La colaboración entre personas, organizaciones, actores e instituciones es, en consecuencia, un elemento clave de la coproducción. Un segundo elemento central en la coproducción de políticas públicas es la concepción que se tiene de la dimensión pública. Se entiende, desde esta perspectiva, que aquello que es «público» va más allá de lo estrictamente institucional. Así, podemos pensar en soluciones a problemas públicos (colectivos) que se producen desde la comunidad, pero fuera de las instituciones públicas, o en la participación y colaboración de las instituciones públicas sin que estas tengan un rol de centralidad.
El mismo concepto de coproducción, pues, lleva implícito un cambio de rol en el papel de los poderes públicos. Se asume que las administraciones públicas dejan de ser «el» mecanismo que tiene el monopolio para resolver los problemas colectivos y pasan a ser «uno más» en el marco de una red de actores que, conjuntamente, coproducen políticas públicas en condiciones de igualdad. Las instituciones públicas, por lo tanto, dejarían de ser un espacio de intermediación entre las demandas ciudadanas y la resolución de los problemas colectivos y pasarían a devenir un lugar de coproducción; así se modificarían las estructuras de poder actuales. Por otra parte, la emergencia de las nuevas prácticas de coproducción se está produciendo en el marco de un contexto específico de cambio que probablemente no es coyuntural sino estructural. Si efectivamente es así, la coproducción debería de entenderse como una nueva forma de elaborar soluciones públicas duraderas, a medio y largo plazo. Es decir, la coproducción podría convertirse en uno de los elementos característicos de una nueva manera de elaborar políticas públicas.
Sin embargo, el relato de la coproducción no se puede desvincular del momento actual, de cómo la crisis está afectando al mundo local y de cómo los ayuntamientos están viendo reducidas sus capacidades de intervención. En este sentido, existen, por lo menos, dos argumentos que hay que tener en cuenta.