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Procesos clave en la intervención familiar: la creación de una alianza de trabajo con la familia

Pero ¿cómo interpretar una trayectoria en dirección contraria (a la deseada)?, por ejemplo, una persona que es responsable y activa se torna en actitud visitante que deviene en postura antagónica de rehén… Ese perfil está indicando un importante problema en el proceso de intervención: la intervención está caminado en dirección contraria.

  • Factores que explican la involución de las actitudes de la familia respecto a la intervención:

Hay varios factores que explican una actitud inicial de no colaboración con la intervención educativa, terapéutica o psicosocial ofrecida a la familia. Las actitudes iniciales de no colaboración y contrariedad o rechazo abierto hacia el apoyo ofrecido por los profesionales pueden estar reflejando alguna de las siguientes situaciones:

  • El conflicto interno de la familia; esa relación conflictiva se extiende al contexto de ayuda con el profesional; si comienzas a trabajar con una familia que tiene un alto nivel de conflicto que ha desbordado los límites de la familia como parte de su problema es en cierto modo esperable que el conflicto “salpique” las relaciones iniciales con el profesional al igual que ocurre con otros ámbitos (laboral, escolar, etc.).
  • Una desconfianza basada en sus experiencias del pasado o del presente con otros servicios y programas, bien sean de servicios sociales, de salud o educativos; la historia de desencuentro y frustración de algunas familias con servicios de ayuda institucional abarca en algunos casos varias generaciones; aunque una relación de rechazo o evitación es lógicamente una forma errónea de respuesta y consolida la mala relación, el equipo profesional tiene que tener en cuenta los antecedentes que explican ese tipo de reacciones.
  • El impacto de una medida de retirada de los hijos o la advertencia, directa o indirecta, de que existe esa posibilidad suele ser un factor que predice una actitud inicial de no colaboración, cuando no de rechazo hostil a la intervención.

Entender el contexto que “explica” actitudes iniciales difíciles es un primer paso imprescindible, especialmente porque significa que no hacemos interpretaciones erróneas fruto de nuestro propio estrés ante las dificultades de comunicación con los usuarios; sobre todo si evitamos interpretaciones que atribuyen a la patología de la familia o a su mala intención esas dificultades iniciales de conseguir colaboración.

Pero, más allá de entender la perspectiva de la familia, hemos de trabajar para darle la vuelta a esas actitudes iniciales y ser unos buenos “creadores” de clientes solícitos o al menos responsables en las fases siguientes del proceso de intervención.

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