Estrategias para prevenir la aparición de conductas problemáticas en el ámbito residencial mediante el encuadre relacional
La disponibilidad
A partir de los estilos de vinculación que se desarrollan en muchos de los niños que han sufrido experiencias de negligencia y maltrato, el papel de los educadores en acogimiento residencial a este respecto es cambiar las expectativas de los niños acerca del significado de los adultos cuidadores, convenciéndoles de que pueden confiar en sus educadores para atender sus necesidades y protegerles.
Sin embargo, es preciso alertar a los educadores sobre algunos mensajes confusos por parte de los niños. En ocasiones, con su lenguaje y su conducta los niños pueden estar indicando que no necesitan a los adultos y que prefieren cuidarse por sí mismos, que necesitan la atención del adulto constantemente pero que no les sirve de ayuda, o que para rebajar su ansiedad necesitan controlar al adulto y todo lo que sucede en el hogar.
Los educadores deben de tener en cuenta las verdaderas necesidades que se esconden detrás de estos mensajes y cómo estos niños han llegado a desarrollar esos patrones de vinculación inseguros y ansiosos. Esto es especialmente difícil cuando las manifestaciones de los niños y adolescentes consisten en conductas extremadamente resistentes y hostiles.
Como ya se ha indicado, es fundamental que los educadores puedan realizar una buena observación y evaluación de las necesidades de cada niño acogido, de modo que puedan detectar sus patrones de aproximación y relación y actuar en consecuencia.
Esta es la base del Proyecto Educativo Individual, diseñando formas de relación y de intervención que se ajustan a las necesidades que cada niño y adolescente presenta.
Estar disponible supone:
El primer requisito para que los niños puedan entender que merece la pena aproximarse y solicitar ayuda de los educadores.
Un primer paso para desarrollar en los niños una nueva expectativa de que los adultos son personas en las que confiar y a las que se puede recurrir para buscar seguridad y apoyo.
Que los educadores se presenten como adultos capaces de entender sus dificultades y que se encuentran disponibles para ayudarles.
Estar dispuesto a entender las emociones y los sentimientos que se encuentran detrás de sus verbalizaciones y conductas, sin centrarse exclusivamente en estas.
Observar los patrones de conducta de vinculación que cada niño ha desarrollado como un estilo característico de relacionarse y diseñar la forma más adecuada de responder para generar nuevas experiencias, facilitando un cambio hacia formas de vinculación más enriquecedoras y satisfactorias.
Emitir mensajes que muestren que los educadores respetan sus sentimientos y se preocupan por ayudarles a sentirse bien.
Estar muy alerta y prestar siempre atención a las formas de realizar demandas de aproximación y ayuda de los niños y adolescentes, entendiendo que pueden estar muy distorsionadas por el desarrollo de estilos de vinculación inseguros, debido a sus experiencias familiares.
Transmitir al niño que es una persona valiosa, digna de atención y de afecto.
Saber que los educadores están disponibles para ayudarles a manejar sus sentimientos negativos de ansiedad, frustración o soledad.
Saber que los educadores estarán disponibles para apoyar y ayudar cuando emprendan retos arriesgados o tengan que afrontar frustraciones.
Fuente
Elvira, L., (coord.), et al., Salud mental de menores en acogimiento residencial. Guía para la prevención e intervención en hogares y centros de protección de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Badajoz, Junta de Extremadura, 2011, 240 p.
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