Estrategias para prevenir la aparición de conductas problemáticas en el ámbito residencial mediante el encuadre relacional
La cooperación
Educar desde la cooperación significa que el adulto debe de reconocer las necesidades e intereses de los niños y adolescentes y tratar de armonizarlos con los suyos. Lejos de guiar las actividades o las interacciones solamente por los objetivos educativos que están en la mente de los adultos, la cooperación implica buscar siempre que sea posible la implicación de los niños en la interacción.
Un ejemplo podría ser el de los padres que se ponen a jugar con sus hijos, por ejemplo, en una construcción o un dibujo, y sin darse cuenta van dirigiendo la actividad desde su perspectiva de adulto sin dejar margen a que el niño participe, haciendo sugerencias, tomando decisiones o poniendo en juego sus propios intereses.
La cooperación implica la actividad guiada por el diálogo, por el reconocimiento de los intereses del otro, por los acuerdos y la negociación. En última instancia, se trata de que los educadores sepan conjugar sus propios intereses y objetivos con los de los niños y adolescentes. (…)
La cooperación supone reconocer en el otro la capacidad de autonomía y eficacia. En el ámbito del acogimiento residencial hace ya mucho tiempo que se insiste en la necesidad de que los niños y adolescentes participen de manera muy activa en los diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Hoy día se considera totalmente necesario que los niños y adolescentes participen asumiendo pequeñas tareas de colaboración en la casa, implicándose en los planes de ocio de un fin de semana o vacaciones, decidiendo la actividad extraescolar a realizar, haciendo sugerencias para elaborar o cambiar normas, o la más importante de implicarse en su propio Proyecto Educativo Individual.
Los educadores tienen una amplia variedad de oportunidades para crear espacios que fomenten la autonomía y la responsabilidad en la vida cotidiana del hogar y este es uno de los aspectos más valorables de un proyecto educativo.
Una de las prácticas que ha resultado tener consecuencias muy positivas en los hogares de acogimiento de adolescentes con especiales problemas de conducta es el poder disponer de talleres o granjas, donde los jóvenes se pueden implicar en aprendizajes y responsabilidades de su propio gusto y donde pueden poner a prueba su autonomía y competencia.
Aunque la adolescencia es el momento donde se hace más visible esta necesidad, es importante tener en cuenta que a lo largo de todo el desarrollo infantil existen tareas y actividades que pueden potenciar la autonomía en algún grado y que son el fundamento de alcanzar la adolescencia con un cierto grado de eficacia. (…)
Educar cooperativamente significa:
Reconocer que cada niño tiene sus propios intereses, motivaciones y necesidades, y que este es un punto de partida necesario para conjugar los objetivos que los educadores se proponen con ellos.
Huir de la tentación de llevar a cabo una actividad educativa basada en objetivos preconcebidos y generales que no tienen en cuenta las peculiaridades de cada niño o adolescente.
Desarrollar en los niños y adolescentes el sentimiento de que sus intereses y opiniones cuentan y que es importante que tomen sus decisiones y decidan sus objetivos.
Desarrollar sentimientos de autonomía y autoeficacia, facilitada por los educadores que son capaces de crear espacios donde se estimula su participación y se valoran sus sugerencias.
Realizar numerosas actividades conjuntas entre niños y educadores de manera que no solamente se estrechen los vínculos afectivos y de confianza, sino que los educadores puedan reforzar los intereses e iniciativas que los niños van expresando.
Diseñar proyectos educativos en los hogares de protección en los que se incentive permanentemente la participación y la implicación de los niños y adolescentes, desde las pequeñas tareas cotidianas hasta su aportación decisiva al Proyecto Educativo Individual.
En el caso de los adolescentes, estimular la negociación y trabajar el significado de los compromisos.
Fuente
Elvira, L., (coord.), et al., Salud mental de menores en acogimiento residencial. Guía para la prevención e intervención en hogares y centros de protección de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Badajoz, Junta de Extremadura, 2011, 240 p.
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