Abundando en la idea de que la intervención en crisis no pretende ser una respuesta mecánica para cualquier episodio conflictivo, trataremos de contextualizar la utilización de esta técnica en un medio educativo adecuadamente preparado para ella.
Es evidente que si nos encontramos en un escenario de convivencia educativa en el que los conflictos se producen diariamente con extrema gravedad va ser muy difícil que cualquier técnica vaya a tener éxito.
Se trata de subrayar que la técnica de intervención en crisis tiene su principal factor de éxito cuando se aplica en un contexto donde se han tomado las medidas preventivas adecuadas y existe un modelo de trabajo compartido por todo el equipo de educadores, que cree en las posibilidades de este tipo de planteamientos e intervenciones.
Existen una serie de características que debe reunir el contexto educativo en el que se desarrollan los programas de acogimiento residencial, con independencia del modelo y las técnicas que se quieren trabajar.
A continuación detallamos algunas de las características importantes que contribuirán a que el ambiente de trabajo educativo pueda garantizar el desarrollo adecuado de estas técnicas:
Nada se lograría si no se parte del firme convencimiento, compartido por todo el equipo educativo, y que debe tratar de trasladarse al grupo de chicos y chicas que conviven en el hogar, y especialmente a todo los que vayan llegando progresivamente, de que la violencia, agresión, menosprecio y el abuso en las relaciones personales no son admitidas bajo ningún concepto.
Un elemento importante para construir este ambiente de manera convincente es el tipo de comportamiento de los educadores, en la medida en que son modelos, y la forma en que se comportan en situaciones difíciles. De ahí que la reacción ante las amenazas o los insultos tenga que ser siempre una reacción elaborada desde la técnica y el trabajo educativo por encima de los impulsos emocionales, por otra parte comprensibles, que cada cual pueda tener.
El educador que no haya comprendido en el espacio de su trabajo educativo que las interacciones personales conflictivas no son un ataque a su persona, sino a su rol y a su posición en el contexto, y como tal deben ser respondidas, se va a encontrar comprometido en situaciones muy desagradables. El éxito de los equipos educativos estará en función de que consigan hacer de la no violencia su principal criterio de trabajo, y sean capaces de presta especial atención a la aparición de comportamientos de este tipo para responder de manera sistemática y contundente con las técnicas adecuadas.
Trabajar en el mundo de las relaciones interpersonales, especialmente con personas con importante deterioro en su desarrollo, es una tarea para la que se requieren especiales motivaciones y especiales características personales, además de una buena formación. El enfoque de la intervención en crisis, una vez más se subraya, no consiste en la aplicación mecánica de una técnica, sino en tratar de comprender el sufrimiento de las emociones con las que luchan los chicos y chicas que presentan comportamientos disruptivos.
Significa ir más allá de lo que han hecho para preocuparse por cómo se sienten y cómo se perciben a sí mismos. Esto sólo se puede lograr con una actitud de honesta preocupación por el otro y la búsqueda de la confianza y la vinculación personal.
Sin duda uno de los factores que más pueden ayudar a evitar que aparezcan comportamientos inadecuados es la construcción de un ambiente estimulante, capaz de ofertar actividades variadas y atractivas, capaces de satisfacer diferentes motivaciones y gustos. En el polo opuesto, los ambientes donde la falta de motivación y de atractivos producen aburrimiento son enormemente propicios a la aparición de conductas disruptivas de todo tipo. Uno de los retos más importantes de cualquier equipo educativo debe ser el diseño de experiencias estimulantes, distintas y atractivas que supongan un escenario para relacionarse y para aprender.
Dependiendo del tipo de hogar o centro donde se esté trabajando, es relativamente sencillo descubrir cuáles son los momentos del día o el tipo de interacciones en que se suelen producir los episodios críticos. El equipo educativo deberá aprender con el tiempo a desarrollar estrategias preventivas, a veces, sencillamente reforzando la presencia de los educadores para evitar las situaciones más desagradables.
Cuando las crisis no son episodios puntuales que responden a sentimiento como la frustración, o la inseguridad, soledad, etc., sino que se trata de un patrón de respuestas muy estable y persistente, lo indicado es el trabajo psicoterapéutico. Las técnicas de intervención en crisis no suplen la necesidad de un tratamiento terapéutico, sino que son un complemento necesario.
En los últimos años se viene hablando mucho, aunque desgraciadamente no se está implantando con la misma intensidad, de la supervisión como una herramienta de gestión del trabajo educativo. La figura del supervisor para los educadores debe ser la persona que por su experiencia y conocimiento puede aportar un apoyo y una fuente de recursos y de contraste de pareceres para las situaciones críticas que atraviese cada educador.
Cuando se trabaja en contextos donde las emociones está en juego, los inevitables errores pueden conducir a situaciones muy desagradables, donde las interacciones entre los diversos profesionales del equipo pueden llegar a ser bastante conflictivas. En este contexto es muy importante disponer de un apoyo cualificado en los momentos más necesarios.