Se encuentra en el medio de la relación parental, sin tomar partido por ninguno de los progenitores, ya sea porque los adultos lo utilizan como intermediario o bien porque lo colocan en medio y se siente responsable de influir en los adultos para acabar con la violencia. Cuando el niño o la niña está en el medio puede ser porque tiene un buen vínculo con los dos progenitores o porque siente que si escoge a uno traiciona al otro; el niño o niña se siente en un conflicto de lealtades. Esta niña o niño se siente angustiado y culpable pensando que si reparte correctamente su atención se resolverá la situación, se encuentra en estado de alerta constante. Esta situación le convierte en un niño o una niña “adultizado”, pendiente de todo lo que pasa en su entorno pero al mismo tiempo reclama la atención de los adultos. En este caso hay que trabajar para que el hijo o la hija recupere su papel como niño o niña, y con la madre para que no permita que su hijo/a asuma roles y funciones que aún no le corresponden. Con el niño o la niña hay que intentar que baje su nivel de exigencia, ayudarlo para que se centre en lo que es propio para su edad y para que resitúe a los adultos como los responsables de tomar las decisiones.