El daño de las áreas frontales del cerebro puede provocar también apatía y falta de motivación. Con frecuencia, las personas afectadas sólo se sienten motivadas en las actividades en las que obtienen una gratificación inmediata debido, entre otras causas, a que las capacidades cognitivas implicadas en la planificación y la secuenciación están dañadas, por lo que resulta difícil permanecer motivado de forma consistente. Con el tiempo, esta falta de iniciativa puede conducir a un relativo aislamiento social de la persona afectada, a una falta de capacidad para el disfrute y el placer, que, a su vez, puede conducir incluso a la depresión.
Buenas prácticas
Interpretar la apatía como una de las consecuencias del daño cerebral.
No confundir la falta de motivación con la fatiga.
Fomentar la participación de la persona en diferentes actividades.
Mostrarse firme y evitar que la persona pueda retirarse de una actividad que esté desarrollando.
Cuando la perspectiva de hacer algo le resulte abrumadora, intentar dividir las tareas en una serie de pasos más manejables.
Permitir a la persona afectada relajarse alternando con frecuencia periodos de actividad y de reposo.
Proponerle hacer actividades que le gustaban antes de la lesión, para incrementar su interés.
Otorgar más importancia a los éxitos que a los fracasos en las actividades que se lleven a cabo.