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Consecuencias emocionales y conductuales del Daño Cerebral Adquirido

Arrebatos de cólera e irritabilidad

El daño en las partes del cerebro que se encargan de controlar los impulsos y la tolerancia a la frustración puede determinar un incremento en el umbral de irritabilidad de la persona y, en consecuencia, un aumento en los enfados puntuales.

Es muy habitual que los familiares de personas con daño cerebral adquirido observen en alguna ocasión que la persona se muestra extremadamente irritable y colérica (los estudios indican que hasta un 71% de las personas que sufren daño cerebral adquirido muestran esa tendencia en algún momento). Es frecuente que, en esas ocasiones, grite, suelte palabrotas, insulte, lance objetos, dé puñetazos a las cosas, dé portazos, o incluso amenace o agreda a personas cercanas.

Esta agresividad también puede estar relacionada con la frustración que siente por no ser capaz de expresarse o de actuar como lo hacía antes de la lesión. En ocasiones, los arrebatos de cólera pueden ser causados por las cosas más nimias, precisamente porque hacen muy patente el deterioro: es difícil enfrentarse a graves dificultades para hacer cosas que antes de la lesión se manejaban sin la más mínima dificultad.

La irritabilidad y la cólera asociadas al daño cerebral adquirido pueden estar causadas por diversos factores:

  • Daños en las áreas del cerebro que controlan las emociones.
  • Frustración o insatisfacción con los cambios que el daño cerebral adquirido ha impuesto en su vida.
  • Sentimiento de aislamiento, de soledad y de incomprensión.
  • Dificultades para concentrarse, para recordar, para expresarse, para seguir una conversación, que, necesariamente, conducen hacia un sentimiento de frustración.
  • Propensión al cansancio.
  • Dolor.
  • Baja tolerancia a la frustración.

Buenas prácticas

  • Tratar de reducir las situaciones de estrés y las situaciones que le resultan irritantes a la persona.
  • Tratar de reconocer las situaciones o los factores que propician el enfado de la persona afectada, para poder evitarlos o al menos reducirlos.
  • Anticiparse a las situaciones que desencadenan los ataques de cólera.
  • Estructurar en todo lo posible la vida de la persona, para evitar imprevistos que puedan alterarla.
  • Enseñar algunas habilidades de gestión de la rabia y de la cólera, como por ejemplo, estrategias de autocontrol y relajación y métodos para mejorar su comunicación. Puede ser útil contar con la orientación y el apoyo de un profesional de la salud mental.
  • Algunas medicaciones también pueden contribuir a facilitar el control de la irritabilidad y de la cólera.
  • El entorno inmediato -familiares y amigos- también puede ayudar tratando de modificar la forma en que reaccionan cuando la persona se muestra irritada o cuando tiene un ataque de cólera:
    • Entender que el hecho de que la persona se irrite o se encolerice con facilidad se debe al daño cerebral adquirido.
    • No tratar de razonar a la persona durante un episodio de cólera; al revés, es mejor esperar a que se calme para tratar de razonarle.
    • No tratar de calmar a la persona cediendo a sus peticiones.
  • Establecer algunas pautas de comunicación: hacerle entender que no es aceptable que grite a otras personas, que les amenace o que les agreda.
  • Una vez que la persona vuelve a calmarse, hablar con ella para tratar de saber lo que ha originado el arrebato de cólera. Animar a la persona a que pueda hablar de ello con calma y proponerle formas alternativas de reaccionar cuando sienta que va a estallar: salir de la habitación y dar un paseo, por ejemplo.
  • Determinar qué personas del entorno cercano consiguen calmarle mejor y recurrir a ellas en caso de necesidad.
  • Adoptar un lenguaje corporal de ´escucha activa´.

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