La pareja sentimental ha variado notablemente en las últimas décadas, hasta alcanzar modelos socialmente aceptados de muy diversa índole, que se alejan de la idea tradicional: por ejemplo, parejas a distancia, parejas que no conviven, parejas intermitentes, etc.
Sean cuales sean, todos estos modelos tienen en común que, en el marco de este tipo de relación sentimental, dos personas -de distinto o del mismo sexo- deciden emprender, de mutuo acuerdo y libremente, un proyecto de vida, basado en el amor mutuo, que suele caracterizarse por los siguientes elementos:
Por supuesto, todos estos elementos de la pareja sentimental varían de unos modelos a otros y de unas parejas a otras, y no constituyen una lista exhaustiva y cerrada de sus características.
El amor tiene una notable influencia en la vida de las personas, y su presencia o su ausencia puede acarrear tanto beneficios como costes personales, puesto que está íntimamente relacionado con la felicidad, la salud física y psicológica y la satisfacción general de los individuos. Vivir sin pareja puede ser una experiencia dolorosa para aquellas personas que lo desean pero no lo consiguen; en una sociedad que le da un valor importante a esta forma de relación afectiva, vivir sin pareja puede resultar difícil incluso cuando responde a una opción libremente elegida por la persona. Vivir con pareja también puede serlo cuando obedece más a un deseo de ajustarse a las expectativas sociales que a un deseo real e íntimo de iniciar o mantener una relación de este tipo.
Los deseos, las expectativas y las formas de relación de pareja de las personas con discapacidad obedecen a esas mismas pautas y a esa misma diversidad. Esta diversidad se ve intensificada, además, por la gran diversidad de discapacidades que existen, y el diferente impacto que pueden tener en una relación personal, atendiendo, no sólo al tipo de discapacidad, sino también a su carácter sobrevenido o preexistente: en el caso de las discapacidades sobrevenidas, su aparición obliga a repensar la relación existente con anterioridad y a adaptarse a la nueva situación, a las nuevas necesidades; en el caso de las personas que padecen una discapacidad desde su nacimiento o desde su infancia, la relación de pareja se verá dificultada por las barreras sociales, por la falta de oportunidades para relacionarse, por las propias limitaciones de la persona, por la dificultad para acceder a entornos normalizados y por el contexto de sobreprotección en el que, con frecuencia, viven. Estas situaciones pueden generar un déficit en información, experiencias y habilidades con respecto a las relaciones amorosas y sexuales, que lleven a desarrollar creencias y expectativas sobre las relaciones de pareja que no se ajustan a la realidad, propiciadas en parte por los medios de comunicación y su reflejo de las historias de amor en películas, series, cuentos, canciones, etc. Un vínculo tan estrecho con otra persona siempre genera fuertes emociones y conflictos, y al igual que es generador de bienestar, también puede acarrear consecuencias negativas y dolorosas como el desengaño y el desamor.
La educación afectivo-sexual planteada desde el modelo biográfico-profesional es una herramienta indispensable para vencer estos obstáculos y facilitar a las personas con discapacidad el establecimiento de una relación de pareja, puesto que este modelo plantea programas que, además de ofrecer consejos sobre sexualidad, se centran en las habilidades sociales de la persona, potencian su autoestima y le dan pautas para gestionar los retos emocionales -positivos y negativos- que plantea una relación de pareja.