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¿Cuáles son los fundamentos básicos de la Evaluación Funcional de la conducta?

Ante las conductas problemáticas, tanto cuando afectan a personas con discapacidad intelectual como cuando afectan a personas con discapacidad física o sensorial, las y los profesionales nos enfrentamos al reto de diseñar y aplicar intervenciones capaces de responder adecuada y eficazmente a las necesidades de la persona y a las del entorno en el que se producen.

Ocurre con cierta frecuencia que, ante la urgencia de la situación, nos preocupemos más por eliminar o reducir con rapidez una conducta problemática, que por identificar la razón o razones que subyacen a dicha conducta. Sin duda, es una reacción comprensible: queremos eliminarla lo más rápidamente posible, porque distrae a los demás, porque es destructiva o, simplemente, porque resulta muy molesta. No obstante, este deseo puede llevarnos a cometer el error de seleccionar las intervenciones atendiendo más a la inmediatez de su efecto que a su impacto a largo plazo, lo que, con frecuencia, se traduce en la aplicación de intervenciones de naturaleza "punitiva" (por ejemplo, alejar a la persona del entorno en que se ha producido la conducta, retirarle algún objeto de su agrado o impedirle participar en su actividad favorita).

Existe sin embargo un método alternativo, que consiste en realizar una evaluación funcional de la conducta problemática para detectar las variables que inciden en su ocurrencia y determinar la función que tiene dicha conducta y el objetivo que persigue, con el fin de poder elaborar, sobre esa base, planes de apoyo conductual orientados a reducirla o eliminarla. Sus fundamentos básicos son los siguientes.


Fundamento 1º. La conducta tiene una función y finalidad específicas

La evaluación funcional de las conductas problemáticas parte de considerar que éstas tienen una función concreta y persiguen un objetivo específico, es decir, tienen una clara utilidad para la persona que las presenta. Con carácter general, la conducta irá dirigida bien a obtener algo, bien a huir o escapar de algo.

  • Cuando la finalidad es obtener algo, ese algo puede ser:
    • La atención de otra persona. Una persona que se siente poco atendida, puede haber aprendido que realizar determinadas conductas tiene precisamente como resultado conseguir atención. Así, la persona que desarrolla una conducta autoagresiva recibe, en respuesta a esa conducta, algún tipo de atención, bien en forma de reprimenda, bien en forma de consuelo, bien en forma de atención médica.
    • Algo concreto o tangible (algún objeto deseado o también participar en sus actividades favoritas). Por ejemplo, una persona que disfruta haciendo solitarios puede haber aprendido que si altera al grupo cuando están viendo la televisión en la sala de estar o cuando están realizando alguna actividad, el personal le conducirá a otra zona, apartándole del resto de los compañeros, lo que le permitirá jugar a cartas por su cuenta, que es lo que realmente quiere hacer.
    • Estimulación sensorial (estimulación visual, táctil, corporal...). Por ejemplo: una persona que se siente aislada y sola, puede autoagredirse para conseguir que otras personas vengan a atenderle y a consolarle, acariciándole el pelo o cogiéndole de la mano, lo que le proporciona un contacto físico; puede molestar a los demás durante una actividad para que le permitan abandonar la sala y refugiarse en su habitación para chuparse las manos; etc.
       
  • El segundo gran objetivo de las conductas problemáticas es huir o escapar de algo: por ejemplo, la persona puede presentar la conducta para conseguir que finalice una determinada actividad o para conseguir un descanso en la realización de una tarea que le resulta difícil, que no le gusta, que no se le da bien, o, simplemente, que le aburre.


Fundamento 2º. La conducta problemática es una forma de comunicar.

  • Si se asume lo anterior, es decir, que la conducta problemática tiene una función y una finalidad específicas, se llega necesariamente a concluir que dicha conducta comunica un mensaje basado en los objetivos que persigue o en las funciones que desempeña. Puede querer decir, por ejemplo: "quisiera que me hablaras", "estoy aburrido", "necesito un descanso", "necesito ayuda", "¿estoy haciendo bien mi trabajo?", "estoy cansado de esta actividad", etc.
     
  • Algunas personas con discapacidad no han aprendido formas alternativas para expresar sus deseos, preferencias y necesidades, de modo que su única vía para comunicarlos es presentar una conducta problemática que tendrá el mismo resultado que si los expresara. Otras personas en cambio, adquirieron en su momento formas alternativas de comunicación pero las han perdido o las van perdiendo, como consecuencia de su discapacidad, de modo que, a veces, la única manera de comunicarse es mediante una conducta problemática. Es fundamental que las y los profesionales respetemos los intentos comunicativos de la conducta, incluso cuando resulte evidente que la persona con discapacidad recurre de forma muy consciente a esta estrategia conductual para obtener lo que desea.


Fundamento 3º. La conducta está relacionada con el entorno.

  • Las conductas problemáticas no ocurren al azar, sino que, a menudo, sirven para controlar el entorno o el contexto en el que se producen. En efecto, tras repetidas asociaciones con lo que sucede en el entorno, una persona puede aprender a utilizar una determinada conducta para ejercer algún tipo de control sobre situaciones concretas. Por ejemplo, una persona a la que no le gusta estar sola puede haber aprendido que lanzando o arrojando objetos obtiene la atención de otras personas. Así, cada vez que arroja un objeto alguien se vuelve y le dice: "No lo tires; podrías herir a alguien. Me sentaré ahí contigo"; o cada vez que se niega a dejar la mochila y el abrigo en su sitio al llegar al centro de día, alguien se le acerca y le acompaña al vestuario en el que tiene que dejar la mochila.
     
  • El contexto de una conducta abarca tanto los sucesos que inmediatamente la preceden como los que inmediatamente la siguen. Existen, además, ciertos sucesos o ciertas variables generales que también pueden influir en la conducta: el estado de salud, el grado de cansancio, los cambios en la rutina, las desavenencias con la familia, u otros. Por ejemplo, una persona puede reaccionar de una determinada manera cuando está enferma y de forma muy diferente cuando está bien: así, una persona con discapacidad intelectual que está atravesando un proceso gripal puede mostrarse reacia a ir al comedor orinándose encima; una persona que habitualmente sigue las instrucciones que se le dan en su lugar de trabajo y no presenta problemas de comportamiento, puede presentar conductas problemáticas los días que va a trabajar habiendo dormido menos de 7 horas la noche anterior. A continuación se recoge una lista de los antecedentes y las consecuencias más habituales en la ocurrencia de las conductas problemáticas.

           


Fundamento 4º. Una conducta puede tener múltiples funciones.

  • El último fundamento básico se refiere a que una conducta puede servir para múltiples funciones. En efecto, una persona puede aprender que una misma conducta puede tener diferentes consecuencias según el contexto en el que se presente: así, en una situación determinada, la persona sabe que pegar tiene como resultado un descanso en el trabajo, mientras que en otro contexto, pegar le permite conseguir la atención del personal y de los compañeros; en un determinado contexto, vomitar puede servirle para huir de una situación que le resulta desagradable y en otras circunstancias para conseguir contacto físico; unas veces, orinarse encima puede tener por objetivo mojarse la ropa para poderse poner alguna prenda que le gusta más, y otras veces puede tener como finalidad comunicar su enfado por una falta de atención; en unos casos tirar las cosas que están a su alcance puede tener por objetivo que le saquen del comedor y así no tener que comer algo que no le gusta, o puede ser una estrategia para obtener atención personal.

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