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El impacto del envejecimiento en la capacidad intelectual y en la conducta adaptativa

En términos generales, y en relación con el conjunto de la población, hasta la mediana edad la inteligencia general se mantiene. A partir de ese momento, y si bien las capacidades intelectuales suelen mantenerse durante muchos más años (entre un 10 y un 15% de la población incluso las mantiene intactas a lo largo de toda su vida), pueden ir apareciendo algunas limitaciones relacionadas con el tiempo de reacción y con la capacidad de atención, que empieza a mostrarse más selectiva.

Con todo, es cierto que en un misma persona pueden convivir fuertes limitaciones para el desempeño de ciertas habilidades de adaptación con capacidades no afectadas para el desempeño de otras habilidades, de modo que resulta esencial proceder a una evaluación precisa y continuada que permita conocer la evolución de la capacidad adaptativa de la persona.


Indicios y síntomas indicativos de una disminución de la capacidad intelectual

Con carácter general, y salvando las diferencias individuales, puede decirse que, en la fase de envejecimiento, es posible observar los siguientes indicios o síntomas que tienden a indicar una disminución de estas capacidades:

  • Disminución general de las capacidades motrices: equilibrio, coordinación, fuerza, resistencia y tono (capacidad funcional).
  • Pérdida de interés por actividades lúdicas.
  • Mayor necesidad de descanso y tiempos de reacción.
  • Mayor dependencia para la realización de las actividades de la vida diaria.
  • Aumento en las dificultades de orientación y desplazamiento.
  • Dificultades en la expresión y comprensión del lenguaje.
  • Disminución de la capacidad de elección y toma de decisiones.
  • Disminución del umbral de resistencia a la frustración.
  • Interpretaciones erróneas de la realidad.
  • Reducción en el número y frecuencia de la utilización de recursos comunitarios y menor interés por los mismos.
  • Aumento del conformismo.
  • Disminución de la confianza en sí mismo a causa de la percepción de una mayor asistencia, menor motivación, apatía, aumento de los miedos y la frustración, labilidad emocional y no aceptación de los cambios.
  • Aumento de hábitos no saludables: mala alimentación, higiene insuficiente, sedentarismo.
  • Aumento de la dificultad para adaptarse a situaciones cambiantes.

En el caso de las personas con discapacidad intelectual o con deterioro cognitivo, en particular en quienes presentan necesidades de apoyo generalizado, las limitaciones relacionadas con el tiempo de reacción y la capacidad de atención suelen aparecer a edades más tempranas y afectan a funciones más básicas y funcionales que en el resto de la población.

Unido a lo anterior, también se observa la aparición de limitaciones en la conducta adaptativa, que son las que, de hecho, más van a afectar tanto a la vida diaria como a la habilidad para responder a los cambios constantes e imprevistos que ocurren permanentemente en nuestras vidas.

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