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El impacto del envejecimiento en la vida social y familiar

Los cambios ambientales que suelen acompañar al proceso de envejecimiento pueden tener un considerable impacto y constituir un factor de riesgo para el bienestar y la estabilidad de la persona con discapacidad, aun cuando en muchos casos resulten inevitables -por ejemplo, cuando se derivan de la imposibilidad sobrevenida para el familiar más cercano de seguir atendiendo a la persona con discapacidad- o necesarios -por ejemplo, cuando resultan de la necesidad de contar con un nivel de apoyo para las actividades de la vida diaria mucho más intenso o de la conveniencia de desenvolverse en un entorno mejor adaptado física y funcionalmente a las capacidades de la persona y a sus deseos vitales-.

Otro elemento que puede tener una fuerte incidencia en la vida de la persona es el cese de la actividad laboral, ocupacional o de día, que se produce a partir de determinada edad. Marca, para muchas personas con discapacidad, como para el resto de la población, un antes y un después, una ruptura en sus vidas, no siempre fácil de asumir. Es esencial tener presente que, con independencia de las repercusiones emocionales, la jubilación significa la pérdida de una fuente importante de estimulación y de actividad:

  • si no se ofrecen alternativas gratificantes, es posible y probable que la persona pase buena parte del día sin hacer nada o desarrollando actividades pasivas y sedentarias (por ejemplo, ver la televisión);
  • supone también el peligro de aislarse socialmente, de perder toda relación con otras personas;
  • supone finalmente la ruptura de unas rutinas que estructuraban la vida la persona, lo que puede incidir intensamente en su equilibrio emocional.


Es indispensable, en consecuencia, desarrollar programas de preparación a la jubilación que permitan una transición más sosegada.

Por último, el envejecimiento es una fase del ciclo vital en la que las personas se ven confrontadas a la pérdida de seres queridos, pérdida que genera fuertes sentimientos de soledad y desamparo, y de estrés, especialmente si implican cambios repentinos de residencia.


Principales cambios en la vida social y familiar en la fase de envejecimiento
 

  • Disminución de la participación en la sociedad debido a los siguientes factores:
    • Aumento de conductas problemáticas (negativismo, agresividad, impulsividad, irritabilidad...).
    • Aumento de la necesidad de apoyos y productos de apoyo.
    • Aumento de la dificultad para reconocer y discriminar personas y espacios.
    • Cambio de intereses y preferencias.
    • Actitud de mayor retraimiento social.
    • Dificultad de adaptación a los cambios en el entorno próximo.
       
  • Modificaciones en los patrones de relación e interacción familiar:
    • Reducción en el número y frecuencia de relaciones interpersonales, debido por un lado, a las dificultades del proceso propio de envejecimiento y, por otro, al proceso de envejecimiento de los miembros del entorno familiar.
    • Enfrentamiento y adaptación a nuevas situaciones derivadas de cambios en las personas de referencia y del paso de la vivienda familiar a un servicio residencial.
       
  • Nuevas necesidades de adaptación del entorno físico:
    • Existe mayor necesidad de adaptaciones en materia de accesibilidad física: entornos sin barreras, que favorezcan la movilidad y prevengan caídas.
    • Mayores necesidades de productos de apoyo para la vida diaria y para actividades recreativas y deportivas.
    • Mayores necesidades de hacer uso de entornos con informaciones precisas para ser comprensibles, predecibles, que faciliten la orientación espacio-temporal, que garanticen los medios para establecer patrones de relación y comunicación y que sean tranquilos y seguros.


Lo anterior lleva, una vez más, a reforzar la necesidad de fomentar la autonomía en las personas con discapacidad, no sólo para que puedan desarrollar sus diferentes facetas y desenvolverse en los distintos ámbitos personales, familiares, laborales y sociales, sino también para que dispongan de recursos personales idóneos para hacer frente y adaptarse a los cambios y situaciones críticas que acontecen a lo largo de la vida. Cuanto más se fomente su autonomía, más probabilidades existen de que sean capaces de adaptarse a nuevas circunstancias vitales; y, a la inversa, cuanto menos se fomente su autonomía, cuanto más se les proteja de acontecimientos exteriores a lo largo de su vida, menores oportunidades de aprendizaje y de adaptación a nuevas situaciones desarrollarán, lo que mermará su capacidad de adaptación en fases más avanzadas en las que necesariamente se producirán cambios importantes con un fuerte impacto en su forma de vida.

Hay que dar a las personas con discapacidad la oportunidad de tomar sus propias decisiones y de responsabilizarse de ellas, informándoles sobre su futuro y preguntándoles sobre sus deseos y preferencias.

También es importante no ocultarles ciertas realidades a las que tarde o temprano se verán enfrentadas, de modo que conviene permitir que puedan visitar a familiares enfermos, que conozcan la existencia de la enfermedad, de la dependencia y también de la muerte. Esto resulta esencial porque en algún momento, las y los familiares que siempre les han atendido se enfrentarán a la imposibilidad de seguir haciéndolo debido a su propio proceso de envejecimiento y, en ese momento, la persona con discapacidad estará mejor preparada para hacer frente a esta nueva situación, a una separación, si ha ido adquiriendo capacidad de decisión y de adaptación a lo largo de su vida. También sus padres u otros familiares vivirán mejor si saben que la persona con discapacidad está preparada para la vida y para asumir una nueva fase en su ciclo vital.

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