La evaluación funcional de la conducta, al igual que el apoyo conductual positivo que se describe en otra guía de esta misma serie, comparte sus valores y principios así como su objetivo último de mejora de la calidad de vida, con la filosofía del Modelo de Apoyos y con el aprendizaje de habilidades adaptativas. Constituye una técnica de valoración, intervención y aprendizaje, aplicable, con carácter general, a todas las personas, presenten o no presenten discapacidades.
Ese carácter general es importante porque permite entenderlo como enfoque global de actuación. Con todo, este tema del Banco de Buenas Prácticas tiene por objetivo servir de pauta y de referencia a las y los profesionales de los servicios de atención a personas con discapacidad, su contenido se centra en su aplicación a estas personas.
Por otra parte, interesa tener presente que si bien la evaluación funcional de la conducta es aplicable a diferentes tipos de conducta, su núcleo genuino y principal de intervención es el de las conductas problemáticas; el contenido de esta tema se centra en ellas, por constituir uno de los aspectos de la práctica profesional que más preocupan al personal de apoyo de los diferentes servicios. Al hacerlo, se parte de considerar que son conductas problemáticas aquellas que, siguiendo la definición de Emerson, "por su intensidad, duración o frecuencia afectan negativamente al desarrollo personal del individuo, así como a sus oportunidades de participación en la comunidad" y se adopta como clasificación de referencia la contenida en la escala ICAP. Esas conductas problemáticas incluyen no sólo conductas disruptivas, agresivas u ofensivas, que quizá sean las más habitualmente referidas, por ser también las más visibles y las más molestas, sino también otras conductas, más discretas, de retraimiento o falta de atención (algunos ejemplos serían actitudes de aislamiento, marcada inactividad, tristeza, falta total de entusiasmo, sueño excesivo, importantes dificultades de concentración).
Es importante tener en cuenta que las conductas problemáticas pueden darse tanto en personas con discapacidad intelectual como en personas con discapacidad física o con discapacidad sensorial (sobre todo cuando va acompañada de afectación cognitiva), aunque esto último constituya un ámbito menos conocido, en el que convergen algunos factores claramente diferenciados de los que habitualmente están presentes en el ámbito de la discapacidad intelectual. Por ejemplo: