A lo largo de las dos últimas décadas ha ido ganando protagonismo el denominado "Paradigma de los Apoyos", deudor a la vez de la filosofía de la normalización de los años 70 y del movimiento de vida independiente y de integración comunitaria fuertemente desarrollado en los 80, y asociado al énfasis que, desde la década de los 90, se ha puesto en la noción de calidad de vida. El cambio fundamental que conlleva consiste en dejar de centrar la atención en los déficit de la persona con discapacidad para centrarla en su autodeterminación y su inclusión.
Elementos clave del Modelo de Apoyos
Los elementos clave del Modelo de Apoyos pueden sintetizarse así:
- Lo esencial de este cambio de enfoque se expresa en la pregunta: ¿qué apoyos necesita una persona para participar en su comunidad, para asumir roles socialmente reconocidos y para llevar el tipo de vida que desea llevar y sentirse más satisfecha con su vida?
- Responder a esa pregunta requiere determinar qué desfase existe entre las capacidades y habilidades que tiene una persona y las que requeriría para funcionar en su comunidad y para llevar una vida más cercana a sus preferencias y a sus opciones.
- Dado que las personas funcionan en diversos contextos, es necesario evaluar o medir ese desfase en los distintos contextos en los que se desenvuelve. Para ello, el Modelo de Apoyos diferencia varias áreas importantes en la vida y en el desarrollo personal: vida en casa; vida en la comunidad; formación y educación; empleo; salud y seguridad; área conductual; área social; y protección y defensa de la persona.
- En cada una de estas áreas, cada persona puede requerir diferentes tipos de apoyo y de diferente intensidad.
- El objetivo es que a través de la prestación de apoyos en las diferentes áreas de la vida, la persona consiga mejorar su grado de independencia, su nivel relacional, su nivel de participación en la comunidad y su bienestar personal.
Lógicamente, más allá de su atractivo intrínseco, el traslado a la práctica de la atención de este nuevo paradigma ha supuesto retos de envergadura:
- Por un lado, ha generado la necesidad de ofrecer una nueva descripción de las personas con discapacidad usuarias de esos apoyos, basada no ya en sus déficit, como ocurría en el modelo tradicional, sino en sus necesidades personales y en sus aspiraciones. Esta nueva conceptualización ha requerido el desarrollo de nuevos sistemas de clasificación.
- Por otro, la visión tradicional centrada en la prestación de atención para la realización de actividades básicas e instrumentales de la vida diaria, ha tenido que ampliarse para abarcar otras facetas de la vida, directamente asociadas al desarrollo personal, al empoderamiento, a la autodeterminación, a la inclusión y a la asunción de roles socialmente reconocidos.
Superar esos retos ha requerido que los sistemas de implementación de los apoyos sean capaces de:
- abarcar una amplia gama de necesidades de apoyo;
- centrarse en la persona;
- ser lo suficientemente flexibles para permitir cierta variabilidad en las prioridades individuales;
- contar con instrumentos que permitan realizar una evaluación periódica de los cambios observados en las necesidades y preferencias individuales y, en consecuencia, de los apoyos requeridos.

Para que el modelo fuera viable era necesario disponer de un instrumento que permitiera medir la intensidad de las necesidades de apoyo de la persona, una vez definido el desfase entre las capacidades y las habilidades con que cuenta la persona para funcionar en una determinada área y las capacidades y habilidades necesarias para hacerlo. Así es como se elaboró la Escala de Intensidad de Apoyos, a veces referida como EIA, pero más frecuentemente referida por las siglas SIS, procedentes de su denominación en inglés: Supports Intensity Scale.
Premisas básicas acerca de las necesidades de apoyo
Tanto el enfoque del propio Modelo como la escala SIS parten de cinco premisas básicas acerca de la naturaleza de las necesidades de apoyo de las personas con discapacidad:
- Primera. Los tipos de apoyo deben ajustarse a las necesidades y preferencias individuales. La discapacidad es un desajuste entre lo que la persona puede hacer de forma más o menos autónoma y los entornos o contextos en los que se desenvuelve. Dado que las características de los entornos son muy diversas, que el nivel de competencia personal varía entre las personas y que también son muy distintos sus objetivos y deseos, es poco probable que dos personas puedan presentar exactamente las mismas necesidades de apoyo y, por lo tanto, el mismo plan individual de apoyos. Un plan de apoyos debe ajustar la prestación de diferentes tipos de apoyo a las capacidades, necesidades, preferencias y circunstancias individuales.
- Segunda. La prestación de los apoyos debe ser flexible. Las necesidades de apoyo de las personas son dinámicas, es decir, cambian en función del entorno físico, de la situación y del momento. En consecuencia, un proceso de evaluación de las necesidades de apoyo y de planificación y prestación de los apoyos debe, necesariamente, identificar una gama de apoyos lo suficientemente flexible para responder a las diferentes circunstancias. Es necesario, además, proceder periódicamente a una nueva evaluación de necesidades y de los apoyos prestados con el fin de determinar si se mantiene un buen ajuste entre ellos o si es necesario proceder a su modificación.
- Tercera. Algunos apoyos son más importantes que otros para la persona. Tanto la evaluación de necesidades como el proceso de planificación de los apoyos deben dar cabida a la definición de un orden de prioridad entre las diferentes necesidades. En efecto, dado que la prestación de apoyos requiere recursos y dado que la disponibilidad de recursos es limitada, es esencial poder distinguir entre los apoyos que se consideran prioritarios y otros que lo son menos. Para determinar la prioridad de una determinada necesidad de apoyo es necesario tener en cuenta las preferencias individuales pero, simultáneamente, es indispensable garantizar la cobertura de las necesidades básicas, en particular, las relacionadas con la seguridad, la vivienda o la alimentación.
- Cuarta. La evaluación sistemática de las necesidades de apoyo debe guiar el desarrollo y la revisión de los planes individuales de apoyo. Un proceso de evaluación de necesidades de apoyo debe aportar información suficiente para ayudar a las personas que participan en la planificación de los apoyos a ajustarlos a los deseos de la persona con respecto a su vida presente y futura. Este conocimiento contribuirá a que el equipo idee soluciones para identificar, estructurar y coordinar los apoyos que mejor se ajusten a esas preferencias. Como resultado de ese proceso, debe diseñarse un plan de apoyos que identifique, como mínimo:
- las diferentes fuentes de apoyo que van a intervenir en su prestación: profesionales, servicios, familiares, amigos, voluntarios, etc.;
- la función que deben cumplir los diferentes tipos de apoyo que se hayan previsto;
- la intensidad de los apoyos requeridos.
- Quinta. La evaluación de las necesidades de apoyo debe tener en cuenta múltiples factores. Cuando se procede a la evaluación de las necesidades, el equipo debe estar sensibilizado y mostrarse respetuoso con los valores, las creencias y las expectativas que influyen en la vida de la persona. La inclusión en el equipo de planificación de familiares o amigos facilita la incorporación de los factores culturales en el proceso.