Se alude al efecto eclipsador para referirse al fenómeno por el cual los síntomas psiquiátricos pueden pasar desapercibidos cuando una persona presenta, a la vez que una enfermedad mental, discapacidad intelectual o deterioro cognitivo. Este efecto eclipsador determina que, a pesar de darse una mayor incidencia de problemas de salud mental en estas personas, estos trastornos sean diagnosticados con mucha menor frecuencia de la que correspondería a su prevalencia real. De hecho, hasta mediados del siglo XX no se consideraban los trastornos o enfermedades mentales en esta población; no se consideraba que pudieran tener, por ejemplo, una depresión o una esquizofrenia.
El efecto eclipsador determina que se atribuya cualquier característica psicológica o cualquier síntoma de un trastorno mental a la discapacidad, sin considerar otras causas posibles. Esta forma de actuar tiene graves consecuencias, en la medida en que, a falta de diagnóstico de enfermedad mental, no se aplica el tratamiento adecuado para responder a esa situación, quedando desatendida esa necesidad y manteniéndose un sufrimiento innecesario que, en algunos casos, podría aliviarse total o parcialmente.
De ahí que resulte imprescindible permanecer alerta a cualquier síntoma de malestar: los cambios en el sueño, en el apetito, en el humor, en el grado de sociabilidad, pueden ser indicios de un problema de salud mental y, como tales, no deben pasarse por alto. Las y los profesionales de apoyo somos quienes nos encontramos en mejor posición para detectar estos síntomas y, a menudo, somos las únicas personas que, por nuestro contacto habitual, podemos hacerlo, sobre todo en el caso de personas con discapacidad intelectual o con deterioro cognitivo con importantes dificultades para analizar lo que les ocurre y para transmitirlo.