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La dieta

La clave de la intervención nutricional en aquellos casos en los que se detecte un posible riesgo de desnutrición es empezar lo antes posible insistiendo en la ingesta alimentaria y teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

  • Analizar y corregir los aspectos que pueden limitar la ingesta.
  • Preguntar sobre las preferencias alimentarias y adaptarse a ellas en la medida de lo posible.
  • Asegurar una ingesta variada, con el suficiente aporte de proteínas y líquidos, siendo preferible ingerir los alimentos líquidos entre horas.
  • Evitar la indicación de dietas restrictivas si no son estrictamente necesarias.
  • Inspeccionar el estado de las piezas dentarias y mantener la higiene bucal.
  • Ofrecer alimentos de fácil masticación y deglución, y con alto contenido nutricional.
  • Mejorar la presentación de los alimentos, recomendar presentaciones atractivas de los platos, con sabores y aromas definidos, evitando comidas muy condimentadas y alimentos muy olorosos.
  • No presentar el siguiente plato sin haber retirado el anterior.
  • Si el paciente no tolera dos platos, se pueden elaborar platos únicos que aporten todos los componentes de una dieta equilibrada.
  • Evitar los platos que aporten mucho volumen y poca energía (ensaladas, caldos, sopas...).
  • Analizar las posibles interacciones y/o incompatibilidades entre la medicación y algunos nutrientes.
  • Fraccionar la ingesta diaria en 5 ó 6 tomas (desayuno, media mañana, comida, merienda, cena y resopón) reforzando las colaciones de media mañana, merienda y resopón con alimentos atractivos, adaptados a los gustos personales, y de gran densidad calórica en el mínimo volumen posible:
    • Elegir lácteos enteros o postres lácteos más calóricos como flan, natillas, cuajada, arroz con leche, pudding, mousse, helado, petit suise, requesón.
    • Añadir mantequilla, mermelada, miel, dulce de membrillo, leche condensada, aceite o queso de untar al pan, galletas, bollería o bizcochos.
    • Enriquecer salsas, sopas, cremas y purés con carnes desmenuzadas, clara de huevo, mantequilla, pan desmigado, frutos secos troceados, queso rallado, nata líquida.
    • Alternar el agua de bebida con zumos de frutas, leche entera, batidos, lácteos, yogur líquido.
    • Elegir aquellas frutas más calóricas como plátano, uva, caki, higos o frutas secas como uvas pasas, dátiles, ciruelas secas, orejones.
    • Si fuera necesario, se puede enriquecer la dieta con módulos comerciales de hidratos de carbono, proteínas o módulos vitamínico-minerales que, por su sabor neutro permiten añadirse a toda clase de zumos, sopas, cremas y purés para completar, siempre que se precise, el valor nutricional de la alimentación tradicional.
    • Procurar comer acompañado y en un ambiente agradable.
    • También es importante cuidar ciertas pautas del estilo de vida del anciano como mantener una actividad física regular y adaptada, mantener un buen hábito deposicional, y cuidar el estado anímico.
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