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Hartutako Kalte Zerebralaren ondorio fisikoak

Algunas personas con daño cerebral adquirido sufren convulsiones epilépticas postraumáticas. El riesgo de sufrirlas está asociado a la severidad y a las características de la lesión cerebral (en particular, el tipo de lesión y su localización), y es más elevado en los meses inmediatamente posteriores a la lesión, disminuyendo luego progresivamente.

Tipos de crisis epilépticas

Las crisis epilépticas pueden ser de varios tipos. Una de las clasificaciones más aplicadas hoy en día es la que propone la Liga Internacional de la Epilepsia, que clasifica las crisis, atendiendo a un doble criterio: en función de si presentan ausencia de conciencia o no, las crisis pueden ser simples o complejas; en función de la región del cerebro en donde se inician, pueden ser parciales o generalizadas.

  • Las crisis parciales simples pueden causar síntomas motores como espasmos musculares, o síntomas sensoriales como hormigueo en alguna parte del cuerpo.
  • Las crisis parciales complejas normalmente se originan en el lóbulo temporal del cerebro. Causan afectación de la consciencia, además de señales y síntomas tan diversos como alucinaciones, emociones fuertes súbitas y automatismos (entendiendo por tales los movimientos complejos, semivoluntarios en estado de inconsciencia, como lamerse los labios, mascar, tragar y frotar).
  • Las crisis generalizadas van acompañadas de falta de consciencia y se clasifican en:
    • Crisis atónicas. También conocidas como "ataques con caída" porque producen una súbita pérdida del tono muscular y consiguiente caída.
    • Crisis de ausencia. También llamada "Petit Mal", que se caracteriza por pequeños ataques que producen una mirada errante y un persistente parpadeo de ojos. A menudo, se piensa, equivocadamente, que la persona está soñando despierta o que no presta atención; por lo general, la persona después prosigue la actividad que estaba realizando con anterioridad a la aparición de la crisis.
    • Crisis tónico clónicas. Son el tipo de crisis generalizadas más habituales y consisten en fases tónicas y clónicas. También llamadas "Grand Mal", se caracterizan por la emisión de un grito repentino, caída al suelo, rigidez seguida de contracciones musculares, ligera o temporal suspensión de la respiración y posible pérdida del control del intestino o vejiga (incontinencia). Generalmente, los ataques duran unos minutos y la persona recobra la consciencia total, aunque con alguna confusión o fatiga. Típicamente, después de una fase clónica, permanece inconsciente durante unos minutos. En el estado post-crisis, puede tener dolor de cabeza, estar adormecida y querer dormir. Algunas personas, en cambio, pueden estar más irritables y confusas.


Las convulsiones se producen, frecuentemente, por una cicatriz en el tejido alrededor de los lóbulos temporales y son a menudo difíciles de diagnosticar:

  • Ocurren en un 35% de los pacientes con lesiones cerebrales abiertas o penetrantes. Aunque la mayoría de las convulsiones ocurren dentro de la primera semana posterior a la lesión, puede ocurrir también que la primera convulsión no aparezca hasta uno o dos años después, de ahí que no pueda considerarse que un paciente esté libre de síntomas, hasta pasados dos o tres años sin convulsiones. Incluso entonces, existe un 5% de probabilidades de que sufra convulsiones en el futuro.
  • En pacientes con lesión cerebral "cerrada" existe sólo un 1% de probabilidades de que desarrolle convulsiones, dependiendo del tipo y gravedad de la lesión.

Buenas prácticas

  • Las crisis epilépticas tónico-clónicas son las que requieren un mayor nivel de actuación cuando se producen. Son crisis en las que la persona cae al suelo sin conocimiento, se pone rígida y presenta sacudidas. Estos movimientos pueden afectar a la cara, a alguna de sus extremidades, a la mitad o a todo el cuerpo. Generalmente, en plena crisis, la persona tiene mal color de cara y labios y puede incluso tener espuma en la boca.
     
  • Este tipo de crisis siempre tiene importancia (se pueden producir contusiones, heridas o traumatismos al caer al suelo), pero lo más importante es actuar tranquilamente y no perder la calma ya que, habitualmente, una crisis convulsiva cede en menos de cinco minutos y no suele ocurrir nada grave. Se colocará a la persona tumbada, y siempre que sea posible, se le colocará de costado, para permitir que salga de la boca la saliva y la mucosidad, evitando así la aspiración de los vómitos en caso de haberlos, aflojándole la ropa y evitando que se golpee con aristas, superficies duras, etc.; bajo ningún concepto se le debe inmovilizar, por el riesgo de provocar luxaciones articulares o incluso fracturas.
     
  • Nunca se debe forzar para abrir la boca, y mucho menos con objetos duros (mango de tenedor, bolígrafo, nuestros propios dedos, mordedor, etc.), ya que se podrían dañar seriamente los dientes y la cavidad bucal. Es importante procurar que tenga la boca y la nariz limpia de saliva y mucosidad.
     
  • Al terminar la crisis hay que acompañar a la persona para tranquilizarle en los momentos de confusión que siguen a la misma o para vigilar su sueño, en caso de que se quede dormida. No debe ofrecérsele comida hasta que esté totalmente despierta.
     
  • Cuando la crisis convulsiva dure más de 15 minutos, o bien cuando sucedan varias crisis durante 30 minutos sin recuperación de la consciencia entre ellas, estamos ante un estado de mal epiléptico. Es de gran trascendencia, ya que el índice de mortalidad en tales circunstancias alcanza el 10%. Es indispensable trasladar a la persona a un centro hospitalario. Estos episodios son muy esporádicos y sólo se dan en epilepsias muy rebeldes al tratamiento farmacológico.
     
  • En algunos supuestos, y siempre que exista una pauta médica que así lo indique, puede ser necesaria la aplicación de un tratamiento por vía rectal.
     
  • Por otro lado, cuando las crisis son habituales cabe considerar la necesidad de proteger la cabeza de la persona con cascos especialmente diseñados para mitigar el efecto de los golpes que se producen en las caídas, si bien deberá hacerse, en supuestos individuales, y de forma pautada.
     
  • Si es posible, es importante observar con detalle la actividad motora que configura el ataque y la duración del mismo, pues esa información puede ser un dato útil para clasificar el tipo de epilepsia y valorar su tratamiento. Por lo tanto, en el contexto de los servicios de apoyo, siempre que una persona tenga una crisis epiléptica es conveniente registrarlo en su historial clínico, indicando el día, la hora, la duración y el tipo de crisis.

Complementariamente, conviene consultar el tema de este Banco de Buenas Prácticas dedicado a la Salud y en concreto el apartado dedicado a la epilepsia. 

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