Existe una literatura abundante sobre los obstáculos internos que dificultan los procesos de innovación a nivel empresarial. Los más relevantes, y que pueden ser extrapolables para las organizaciones no lucrativas, las administraciones públicas y las comunidades serían, entre otros:
Cada día se enfatiza más la necesidad de personas que impulsen con su energía y saber hacer los procesos imprescindibles para generar algo nuevo y diferente. Para Drucker, los mejores líderes saben hacer cuatro cosas simples: se trata de alguien que tiene seguidores; no es alguien a quien se “ama” o se “admira”; liderazgo no es popularidad, liderazgo es resultados; los líderes son muy visibles –dan el ejemplo–; liderazgo no es ni rango, ni privilegios, ni dinero, es responsabilidad. Y concluye afirmando que aunque los líderes natos existen, son demasiado escasos para las necesidades urgentes actuales. El liderazgo, por tanto, puede –y debe– aprenderse. Hemos de desmitificar el liderazgo. En caso contrario estamos obstaculizando con nuestras falsas expectativas –inalcanzables y desproporcionadas– la generación de procesos en donde el liderazgo es necesario –como son la exclusión, el desarrollo, el emprendimiento social...– pero sobre todo es posible.
Los valores obstaculizan –o catalizan– el dinamismo, el riesgo… El control da seguridad pero dificulta la innovación.
A veces, el orden es un espejismo de control en la medida que el entorno es cambiante. Cuando la organización se sitúa en un entorno dinámico y competitivo ese orden –con todo lo que implica la estructura– tiene cierta fecha de caducidad. Como indica de otra forma también Drucker: “La mejor estructura no garantiza los resultados ni el rendimiento, pero la estructura equivocada es una garantía de fracaso”.
La apertura al entorno ofrece oportunidades, desafíos, información clave, deseos de mejora por imitación…etc.
La renovación de las personas se realiza por el aprendizaje –no sólo formación–, la movilidad organizativa –la especialización redunda más en la eficiencia que en el cambio– y la incorporación de personas –talento en sentido amplio– en la organización (en el caso del Tercer Sector vía trabajo profesional remunerado o voluntario).