Tener un empleo u otro tipo de actividad permanente (aunque no sea laboral), es un factor fundamental de valoración y de reconocimiento social, y, como tal, un factor básico de inclusión social. Contribuye a un sentimiento de satisfacción personal y de autovaloración y ofrece oportunidades de relación social; en el caso del empleo, constituye, además, una fuente de ingresos.
Es fundamental que esas actividades, sean laborales o no, resulten significativas para la persona, tengan sentido, y se enmarquen bien en el proyecto de vida recogido en su Planificación Esencial del Estilo de Vida, siendo imprescindible, además, que esta planificación tenga presente la evolución de las necesidades, las preferencias y los deseos de la persona a medida que avanza en la vida, que cumple años y que va acumulando experiencias.