En los años 80, Germain y Gitterman desarrollan un modelo de intervención que se centra en las transacciones entre las personas y su medio físico y social. Señalan que las necesidades y los problemas son generados por esas transacciones entre las personas y sus entornos, de ahí que se trate de una perspectiva ecológica.
Los autores proponen un modelo de intervención que va más allá del servicio a personas que experimentan problemas con respecto a su funcionamiento social. El objeto de la intervención social sería más bien ajustar las capacidades de adaptación de las personas y las propiedades del entorno, con el fin de producir transacciones que maximicen el crecimiento y el desarrollo de las personas e impulsen los entornos.
El objetivo de la intervención desde este modelo sería, por lo tanto, doble:
La acción profesional se orienta, por lo tanto, hacia la ayuda de las personas y sus entornos para que venzan los obstáculos que impiden su crecimiento, su desarrollo y su funcionamiento adaptativo. La figura profesional se sitúa en medio del encuentro persona-grupo primario y medio.