Un o una profesional con competencia intercultural debe tener un alto grado de conciencia respecto a la influencia de los elementos culturales en los comportamientos y las interacciones humanas. Debe reconocer sus propios valores, creencias y costumbres, para poder ser consciente de la influencia que tienen en la percepción y la valoración de las creencias, las costumbres y los valores de otras personas o grupos, e incluso en la conformación de prejuicios hacia otras cosmovisiones o identidades culturales (Arza, 2015).
Siguiendo en parte las aportaciones de Vilà (2006), describiremos a continuación los principales elementos que conforman la sensibilidad intercultural:
La comunicación es una de las habilidades fundamentales en esta área. Qureshi et al. (2009) plantean que el reto de la comunicación intercultural es doble. El primero es indirecto, o sea, no se debe a la comunicación en sí, sino a las asunciones más o menos automáticas que los y las profesionales y las personas usuarias tienen de que no solamente son diferentes, sino que a veces son incompatibles. En ese sentido, el o la profesional con competencia intercultural debe saber trabajar sus expectativas ante el encuentro con la persona usuaria, desarrollando su habilidad para autoexaminar críticamente sus prejuicios y controlar la influencia de los mismos en la relación terapéutica o de ayuda.
Asimismo, debe considerar las expectativas y prejuicios que la persona usuaria puede tener ante el encuentro con el o la profesional.
Para ello, como se ha dicho, la acogida debe ser cuidada especialmente, desarrollando habilidades de comunicación verbal y no verbal que contribuyan a desactivar posibles expectativas negativas en la persona usuaria. El segundo reto, siguiendo la propuesta de Qureshi et al. (2009) es directo y tiene que ver con las diferencias en los estilos de comunicación y en las interpretaciones de los significados. En este caso, las competencias son muy diversas: