Esta aproximación se propone, en primer lugar, incitar a la persona a identificar y precisar el problema que le lleva a pedir ayuda, así como clarificar los sentimientos y reacciones suscitados por este problema. Para conseguirlo, H. Perlman propone la formulación de preguntas simples, como las siguientes:
Este enfoque admite la naturaleza dinámica y polifacética del problema, en el cual pueden intervenir muchas variables y diversas, entre las que destaca la interacción con el entorno. como el problema es complejo, propone no trabajar con el conjunto del problema, sino seleccionar algunos aspectos del mismo como unidad de trabajo.
En la elección del centro de atención del problema intervienen tres factores: lo que la persona desea y necesita; lo que el/la especialista considera soluciones posibles y deseables; y aquello para lo que la entidad de asistencia social ha sido creada y puede ofrecer.
Al contestar a los interrogantes planteados en el punto anterior, persona y profesional llegan en común a una comprensión del problema y de las gestiones necesarias para resolverlo; es decir, realizan un diagnóstico conjunto.
Por lo tanto, es un modelo que sigue basándose en el método que propone el modelo diagnóstico:
Se diferencia en que la persona no queda subordinada al o a la especialista y a sus decisiones. Profesional y persona trabajan conjuntamente en la recogida de datos sobre los hechos, en la investigación y reflexión de los sentimientos, necesidades y objetivos, y en la elección de las acciones a emprender. Difiere, también, en que no se interesa por la organización biopsicosocial de la personalidad, puesto que el fin de la intervención no es la modificación o reorganización de la personalidad.