El o la profesional ayuda a la persona a reencontrar las conductas que ha sabido utilizar en el pasado y que, retomadas o modeladas, podrán responder a la situación actual. Utiliza para ello técnicas con fuerte componente pedagógico: dirección por anticipación, repetición o juego de rol con vistas a una acción proyectada, aprendizaje de nuevas técnicas sociales y relacionales, entrenamiento para prever y anticipar, etc. El ejercicio de estas capacidades para resolver los problemas desarrolla el sentido de la autoestima, del propio valor y conduce a la toma de responsabilidad y a la autonomía.
El mejor medio para que la persona tenga una visión más realista de la situación es que ésta se convierta en el principal motor, es decir, que emprenda una serie de acciones orientadas a aumentar su competencia, a aumentar su autonomía. Incluso en la fase aguda de la crisis, cuando la figura profesional está obligada a ser muy activa, ésta se esfuerza por reducir lo más rápidamente posible su propio nivel de actividad y por aumentar el de la persona que demanda ayuda, animándola a que se encargue de una serie de tareas de orden material o afectivo.
El punto fuerte de red de ayuda mutua es que permite observar e identificarse con otra persona que ha hecho frente al problema y que proporciona un modelo de rol, esperanza e información.
Estas diferentes técnicas permitirán calmar el síntoma, disminuir el malestar, estimular la esperanza. También podrán iniciar nuevas maneras de percibir, de pensar y de sentir; y servirán para poner a punto respuestas de adaptación, que seguirán estando disponibles una vez resuelta la crisis.