Las diferencias de todo tipo en el marco de las relaciones familiares, es decir, diferencias asociadas a la raza, a la etnia, a la religión, a la cultura, al género, a la orientación sexual, etcétera no tienen que considerarse en absoluto una fuente de dificultad. Incluso cuando esas diferencias son notables entre los trabajadores que forman parte del sistema de intervención y los usuarios de la intervención familiar.
Esas diferencias, en muchos casos, comportan incluso un ámbito de aprendizaje y crecimiento para todos los participantes en el sistema de intervención. Son, por lo tanto, una fuente de integración para la familia, al igual que de aprendizaje y capacitación para la integración por parte de los profesionales.
No obstante, en el estudio de algunos casos nos hemos encontrado con factores de este tipo asociados a la dificultad en el proceso de intervención, incluso a la dificultad en el establecimiento de la relación de ayuda con la familia. (…)
Esas características han podido pasar a formar parte de la estructura que mantiene el problema o del bloqueo en el proceso de cambio cuando se convierten en una barrera para la relación de trabajo entre el equipo profesional y la familia.
Podemos considerar para el análisis de estas situaciones especiales asociadas a factores de tipo cultural tres aspectos fundamentales, los cuales sin duda están relacionados entre sí: